La fresa, cuyo nombre científico es Fragaria vesca, F. viridis o F. moschata, es un fruto de forma triangular, de color rojo, formado por pequeños puntos, que todos conocemos bien por su perfume intenso y el sabor delicioso.
En realidad la fresa se define como un fruto de manera impropia, porque el fruto real está compuesto por pequeños puntos que circundan la misma fresa y que erróneamente son llamados semillas.
Los orígenes de la fresa no están bien definidos: algunas fuentes la consideran de origen Europeo, particularmente en la zona alpínica, mientras que otros la consideran de origen Chileno, de donde un oficial francés, a principios del Seteciento, importó a Europa las plantas madre utilizadas como base para la constitución del híbrido Fragaria x ananassa, al cual pertenecen todas las variedades de fresas difundidas actualmente.
El 7 de enero de 1712, el Teniente Coronel Amédée François Frézier –Ingeniero de 30 años– zarpó rumbo a Chile a bordo del St. Joseph, un barco mercante Francés equipado con armamento. Frézier fue enviado como espía por el Rey Luis XIV con la importante misión de hacer mapas más precisos de los puertos y fortificaciones Españolas que había en la costa de Chile y Perú. Luego de un viaje de 160 días, que incluyó el paso por el peligroso Cabo de Hornos, Frézier arribó al puerto de Concepción el 16 de junio de 1712.
Fézier, que había demostrado su talento sirviendo a la corona Francesa anteriormente, usó Concepción como base para recorrer la costa de Chile y Perú, haciendo mapas precisos de los puertos y tomando nota de las posibles rutas de escape, defensas disponibles y organización administrativa de los lugares que visitaba. De hecho, el primer mapa de Santiago elaborado con estándares técnicos fue elaborado por Frézier.
Adicionalmente, hizo algunas interesantes observaciones sobre la flora y fauna que encontró durante su viaje. Una de las cosas que más llamó su atención fue la presencia de un tipo de frutilla que no se conocía en Europa, llamada quellghen por los Mapuche –quienes además la cultivaban– y frutillar por los Españoles. A diferencia de otras frutillas silvestres (llamadas llahuen, alueñe o lahueni) las frutillas quellghen eran de color blanco o rosado pálido. Sin embargo, no fue el color lo que sorprendió a Frézier, sino que su tamaño: eran mucho más grandes que las frutillas conocidas en Europa.
El 19 de febrero de 1714, Frézier se embarcó rumbo a Francia llevando junto con sus notas y dibujos, cinco plantas de quellghen, a las que describió como “Fragaria Chiliensis, fructu maximo, foliis carnosis hirsutis, vulgo frutilla” en un libro que publicó más tarde, titulado “Viaje a los mares del sur” y que por su interesante contenido fue traducido del Francés al Inglés, Alemán y Holandés en menos de tres años, algo bastante inusual en esa época. De esta forma, el 17 de agosto de 1714, las cinco plantas de frutilla Chilena llegaron como inmigrantes a Europa.
Una de las cosas que más atrajo la atención sobre la recién llegada frutilla chilena fue el enorme tamaño de los frutos descritos por Frézier. Sin embargo, ninguna de las plantas que llegaron a Europa dio frutos. La explicación para esto es que Frézier tuvo la mala fortuna de elegir cinco plantas femeninas. La existencia de sexos separados en las flores –plantas dioicas– no era conocido en esa época para las frutillas, por lo que Frézier no tenía forma de saberlo. Así, las plantas crecían y daban flores, pero no producían frutos. Gracias a que las frutillas se pueden reproducir vegetativamente por esquejes –es decir, sin producir frutos– pronto las plantas de frutilla chilena fueron distribuidas por parte importante de Europa, siendo particularmente populares en climas costeros. De hecho, en Bretaña (noreste de Francia) las frutillas chilenas crecieron muy bien y se adaptaron al clima. A partir de 1740, algunos botánicos del Reino Unido reportaron que lograron obtener frutos a partir de las plantas chilenas, pero que estos eran de tamaño no muy grande, muy poco homogéneos y, además, de no muy buen sabor. Esto causó una gran desazón entre quienes esperaban ansiosos poder disfrutar de las frutillas descritas por Frézier.
Los Franceses tuvieron más suerte con las frutillas. De hecho, en la zona de Bretaña se percataron que si crecían las plantas de frutillas chilena cerca de plantas de frutilla presentes en Europa, como la Fragaria vesca o la Fragaria muschata, era posible obtener fruta, de mejor calidad que la obtenida por los Ingleses, pero aún muy poco homogénea.
En 1764, un joven de 16 años llamado Antoine Nicolas Duchesne descubrió que las plantas de Fragaria muschata eran unisexuales. Duchesne vivía en Versalles, ya que su padre trabajaba para el Rey Luis XV como arquitecto a cargo de todos los edificios. A los cuatro años ya podía leer, sabía al menos cien palabras en latín y tempranamente se interesó en las ciencias. La curiosidad de este joven naturalista fue además alimentada por Bernard de Jussieu, botánico encargado de los jardines de Versalles y hermano de Antoine de Jussieu, quien recibió de manos de Frézier una de las cinco plantas de frutilla chilena llegadas a Europa.
Si bien algunos botánicos habían descrito la presencia de sexos separados en frutillas, Duchesne fue el primero en hacer observaciones detalladas y experimentos de polinización controlados con las frutillas. Inicialmente demostró que las plantas de F. muschata, cuando eran crecidas aisladas, no producían frutos. Luego, cuando se percató que las plantas de frutillas chilena tampoco producían frutos, pensó que podía tratarse también de un caso de flores unisexuales. Sus observaciones le permitieron entonces demostrar que las plantas de frutillas chilenas que crecían en Europa eran todas femeninas, ya que sus estambres atrofiados no producían polen. Algunos botánicos habían tratado previamente de cruzar la frutilla chilena con F. vesca, sin éxito. A Duchesne se le ocurrió, debido a la similitud entre las plantas, crecer en maceteros cercanos frutillas chilenas y F. muschata en el verano de 1764. Al poco tiempo se dio cuenta que algunas flores de las plantas chilenas estaban desarrollando frutos. Esta vez, la fruta que produjeron era de una belleza extraordinaria, homogénea, roja y aromática. El 6 de julio de 1764 le presentó al Rey Luis XV un plato con estas frutillas, producto del cruce entre F. chiloensis y F. muschata. Las semillas de este cruce no produjeron plantas, por lo que Duchense decidió seguir experimentando y creció plantas de F. chiloensis junto a plantas de F. virginiana, una especie de frutilla introducida a Europa desde América del Norte. Las frutillas de ese cruce eran grandes, rojas y de buen sabor y además producían semillas viables. Así, en 1765, nació el primer híbrido derivado de la frutilla chilena, bautizado por Duchense como Fresa Piña o Fragaria x ananassa. Estas plantas eran hermafroditas perfectas, por lo que se podían polinizar sin la necesidad de crecerlas junto a plantas de especies diferentes. El mejoramiento genético posterior ha permitido generar las diferentes variedades de frutillas comerciales, todas derivadas de la frutilla chilena.
La historia termina con un relato que, a falta de pruebas, dejo como anecdótico, ya que podría ser apócrifo. Tal vez más de alguien haya notado el parecido entre el apellido Frézier y la palabra fresa. Según el libro The Strawberry: History, Breeding and Physiology, Amédée François Frézier es descendiente de Julius de Berry, un ciudadano Francés que en el año 917 fue nombrado caballero por el Emperador Carlos III al presentar como regalo una canasta con frutillas mientras negociaban un conflicto con un cardenal Italiano. Cuenta la leyenda que las frutillas eran tan deliciosas que, en agradecimiento, el Emperador lo nombró caballero y cambió su apellido de Berry a Fresier, la palabra francesa para frutilla (fresa).